martes, 11 de agosto de 2009

EL ALCOHOLISMO,LA VIOLENCIA Y LA DESIDIA EN LA ARAUCANIA EN EL AÑO 1900





La tranquilidad y el silencio que imperó en los bucólicos paisajes rurales también sufrieron un súbito cambio con la fundación de ciudades y el desarrollo del alcoholismo urbano. Convertidas en focos de atracción del peonaje itinerante por su abundancia de mercados, boliches y fondas, las villas de la Araucanía proyectaron desde los tempranos días de su fundación la imagen de una cotidianeidad continuamente interrumpida por las andanzas de los trabajadores que se acogían a sus aleros y callejuelas. "Bacos al sucucho. Como ya las cosechas van terminándose, las grandes peonadas que se han traído del Norte principian a llegar a nuestra población por bandadas, con los bolsillos bien almacenados y muy dispuestos a pagarle a Baco su culto merecido, limitados solamente por la presencia de la importuna policía que más lijera que un viento se lanza sobre el primer beodo... en estos días hemos tenido la oportunidad de ver trabajar a varios de estos discípulos en las plazas públicas". Mineros, leñadores y peones de fundos, colonos pobres y desertores conformaban el grueso contingente popular que desde las bocaminas y los caminos de tierra acudían en masa hacia los villorrios a gastar sus cortos salarios en placeres efímeros. Allí, embriagados de alcohol y de resentimiento, desataban su ser fronterizo contra los pacíficos habitantes de las villas. Era la nueva forma que asumió el malón, mucho más violenta y despojado de los rasgos heroicos que simbolizó previamente a la resistencia mapuche. "Todos los días sin excepción hay grandes pendencias en el pueblo", escribió el Subdelegado de gobierno de Mininco en marzo de 1904, "y el populacho se entrega a la bebida y al robo y saltean en las mismas calles de la población, se introducen las casas y arrebatan a sus dueños lo que pillan a la mano, después se arman con palos y piedras y no hay quien los haga atemorizarse...". Las luchas callejeras, que generalmente involucraban varios centenares de peones, se transformaban en verdaderas asonadas o motines que, con la misma fuerza y violencia con que comenzaban, terminaban sin mayor aviso. "Ayer Domingo, con motivo de haber tenido pago en algunos fundos vecinos", escribió el Subdelegado de Mininco en 1905, "se han reunido en este pueblo como cuatrocientos trabajadores. Como a las 3 de la tarde todos ebrios principiaron las pendencias y a hacer lo que se les ocurría. Rogué a la Policía de Gendarmes, que son tres, que me hicieran servicio de deshacer el tumulto que se había formado en la calle pública. Esta fue apedreada por la poblada y herido a piedra uno de los soldados que como lo aturdieron con la pedrada tuvieron tiempo para desarmarlo y les ha costado una guerra para poderse defender y poder hacer salir a la gente del pueblo".

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